Fin

domingo, 8 de agosto de 2010


Intento pensar, enfocarme, tranquilizarme y hacerme a la idea de sacar ese sentimiento que quema como fuego en mi mente, corazón y garganta. Cada que trago saliva siento como si esta estuviera acompañada de filosas navajas que van desgarrando lenta y dolorosamente me tráquea, mi esófago, hasta que llegan a mi estomago, aniquilando todas aquellas mariposas que siento dentro cada que me emociono con algún acontecimiento, persona o un simple recuerdo.
Los días son soleados, con el cielo muy azul, los colores de los arboles en su máximo esplendor. Caminando por la calle puedo sentir como las gotas de sudor salen de mi cuerpo, y me recorren por completo, es una sensación agradable… hasta cierto punto, pues es incomodo después sentirse con mal olor, o simplemente incomoda por esa sudoración producida por el sol que brilla con todas sus fuerzas en estas costas caribeñas.
He recorrido muchas ciudades en mis 23 años, al igual he conocido muchas personas que han dejado alguna huella en mi, ya sea una enseñanza, un bonito recuerdo, un mal rato, en fin, muchas cosas que me han aportado y que he aprendido a guardarlas en mi mente para estar al pendiente de las futuras situaciones.
He hecho todas las cosas que he querido, que he deseado y afortunadamente no me arrepiento de ninguna de ellas, pues hacer esto no tiene sentido. Me siento orgullosa de mis logros, de mis derrotas, de mis lágrimas, de mis enojos, entre otros más. Me han dicho que tengo que aprender a perdonar a las personas que me hieren, eso para mí, en ciertas ocasiones se me dificulta un poco, pues a pesar de que he querido con todas mis fuerzas, y que me he entregado por completo, las personas aun así te llegan a herir de una o de otra manera, y sé que al final, terminare disculpando sus acciones, pues mi naturaleza no me permite vivir con ese sentimiento.
Vivo momentos de frustración, enojo, tristeza, desesperación, pues he de superar cosas que he dejado atrás, que me han herido.
No es fácil perder a un ser querido, pero sé que las personas no viven para siempre.
No es fácil superar la perdida de una pequeña luz de vida, pero esas luces siempre regresan con grandes recompensas.
No es fácil disculparme por errar en mis acciones, herir a las personas con mis decisiones, mis palabras y mis pensamientos en bruto y sin procesar.
Duele… Duele… Duele
Respirar a veces se complica, pues se me olvida esa función vital en mi cuerpo, al respirar siento como si inhalara algún químico toxico que me hace toser, y escupir todas esas cosas nocivas que mi cuerpo carga, que me enferman, que me matan, como:
Rencor, odio, enojo, culpa
He aprendido a amar a las personas aunque tengan características o acciones personales que no son de mi agrado, pero eso es parte de los humanos, la “Tolerancia”
Fuerza Gabriela Nigenda, Fuerza.
Aprendí a conocer una piel cálida que me abrigaba en aquellas noches heladas, llenas de soledad y angustia. Me hacía sentir protegida, era como un gran escudo, aprendí que a pesar de sus actitudes y ciertos detalles que no me agradan, aceptaba en mi corazón el amor que generaba mi piel.
Ahora no me queda más que decir, que así como el viento ha alejado a las hojas del suelo, es momento de soltar esta barca, y que zarpe sola por estas aguas inmensas que rodean el planeta. Es momento de crecer, de vivir, de aprender, de dejar que las cosas trasciendan. La lección ha sido aprendida. Te ame, y ahora me despido de aquel brillo de mis ojos que alguna vez me generaste. Es momento de mirar nuevos horizontes, nuevas pieles, nuevas sensaciones, experiencias, lecciones y fallas.
Ella dijo es el final.

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