

Algunas noches atrás, después de una fuerte laringitis, fiebre y bastante tos, por fin pude descansar y cierta noche soñé con un Caballero de Miel, que me decía:
“GABRIELA, cada vez que sales a luchar regresas herida. Tienes que salir y traerme el corazón de Neón, solo así conseguirás mi perdón”
Cuando el Caballero de Miel me señaló el camino, con su brazo grande, firme y lleno de poder, yo corrí muy rápido, atravesé él palacio, salí de las tierras reales, y me adentre al bosque, aquel bosque al que muy pocos se decidían entrar, y por consiguiente muy pocos regresaban con vida, pues éste estaba lleno de bestias inimaginables, y cuantiosos riscos escondidos tras el follaje. Varios horas o quizás días después, había salido del bosque y estaba caminando por una colina llena de grandes Manzanos. Cerca de ahí sonaba un río, mi boca pedía agua y me dirigí hacia ese río de agua fresca y fría. Estaba cansada, adolorida por el largo camino que había ya recorrido y que aun no encontraba a Neón.
Cuando terminé de descansar, continué mi búsqueda. Caminando por aquella colina, me di cuenta de que había una choza y pensé – seguramente ahí vive Neón – yo, tenía la firme idea de mi misión, no tenía miedo, ni estaba angustiada ni nada de eso, me sentía muy segura y llena de valor. Extrañamente sabía exactamente lo que estaba buscando, sabía dónde y cómo luciría la guarida de Neón. Estaba ahí, fuera de su hogar, esperando a enfrentarme, pues el también sabía de mi presencia.
Entré ruidosamente a la choza, sin temer que éste saliera de igual modo. De repente, apareció por fin Neón, nos miramos firmemente y pude darme cuenta de que sus ojos estaban llenos de odio, de rencor, de sed de lucha y sangre. Sin temor alguno, me acerqué a él y comencé a dirigirle los primeros golpes. Luchábamos con las manos, nos aventamos tierra lodo, piedras y zapatos. Fue una lucha agotadora que se prolongo por un tiempo indeterminado. Yo no sentía miedo de morir, ni de matarlo, sentía solamente el cansancio que se estaba generando, pues ya tenía suficiente tiempo sin comer, pero esto no me detuvo. Continué atacándolo, buscando la manera de acabar con él, a pesar de que mis puños estaban ensangrentados, seguí adelante hasta que encontré una vara, y le atravesé el corazón. Fue ahí donde Neón murió, en sus últimos alientos me dijo:
¡La clave de la vida es una manzana trágatela y vive!
No comprendí nada de lo que dijo, busqué por la habitación, rodeaba su cuerpo inerte tirado en el piso, no sabía dónde buscar. De repente se me ocurrió buscar entre sus ropas, pues algo tan valioso para él no lo dejaría solo por ahí a merced de que cualquier ladrón la hurtara, revisé sus ropas y la encontré escondida entre su abrigo y su chaleco, era bastante grande, roja y pesada. Sin pensar ni un minuto más tomé la manzana y me la comí, pero al darle el primer mordisco, sentí un dolor indescriptible y me di cuenta momentos después que me rompí dos dientes, al segundo intento me sangro la lengua al tercero, opte por rasparla para hacerla puré y solo tragarla sin masticar pero cuando la trague sentí un dolor inmenso en las encías, pues brotaban de nuevo aquellos molares y caninos rotos. Guardé el resto de la manzana en un trapo que guardaba celosamente en mis senos. Sentía el poder en mi sangre, la valentía en mis piernas, el deseo de volar, la dicha de la victoria. Pero a pesar de esto, mis labios buscaban algo y no era ni agua, ni comida, ni nada de esas cosas, descubrí que mis labios y mi lengua se hicieron adictos al sabor de aquella manzana, que era roja como la sangre fresca y dulce como la miel fresca. Caminé por varios días soportando el calor del desierto, el frio del bosque y las lluvias del Caribe. Cuando por fin había regresado a la morada del caballero de miel, éste me exigió que le entregara la manzana para alimentarse del elixir de esta, y así él se convirtiera en el Rey del Universo.
Pero, sentí que no estaba bien pues la que había luchado y matado a neón ¡era yo!, y no aquel caballero que, era solamente un cobarde al no haber ido él y pelear por lo que el quería y haberme mandado a mí, una simple sirvienta de su imperio. Sus ojos comenzaron a llenarse de odio, de desesperación y de frustración al ver que no temblaba ante sus órdenes y me repetía la orden a gritos. Entonces, yo tome todo el valor que tenía en mi cuerpo me pare erguida y con voz fuerte, aquella voz fuerte de mujer le dije
¡NO, no lo haré!
Me miró a los ojos, él estaba colérico no sabía qué hacer, si cortarme el cuello, enterrarme la daga en el corazón o simplemente golpearme hasta que se cansara, todo ese enojo provocado por el simple hecho de haberle dicho que no en aquel tono de voz firme, Lo miré con mis ojos llenos de seguridad pero con las manos temblorosas cubiertas por mi abrigo, di un paso al frente y él me siguió haciendo la misma acción. Fue así como comenzamos una lucha, él trataba de quitarme la ropa, de desvestir mi honor, de robar mi vida y mi olor, pero yo no me deje, comencé a rasguñarle la piel, a enterrarle las uñas, a darle de patadas, jalones de cabello, sin embargo él era más fuerte que yo… más astuto que yo, y en un descuido él, tomo aquella daga filosa que colgaba de su pie y la enterró firme y segura en mi espalda e inmóvil me quede yo.
El aliento se me acabó, el dolor apareció y recordé el olor del chocolate que preparaba mi madre todas las noches, aquella vez primera que entregue mi cuerpo a Lucio,
Lucio... amaba a lucio, y por Lucio estaba ahí peleando con el Caballero de Miel,
peleando por su libertad buscando fuerzas en lo más profundo de mi ser.
Estando en el piso tirada poco a poco me incorpore, y asustado el Caballero de Miel, me miro de nuevo a mis ojos llenos de lagrimas... qué ahora también mostraban odio y de dolor. El caballero gritó con una voz nerviosa y entrecortada:
¡¡¡TU YA ESTAS MUERTA!!! ¡¡TU YA ESTAS MUERTA!!
Seria y tranquilamente le contesté que no era así, que el que estaba muriendo era él. Yo tenía algo que me hacia vivir, que me hacia luchar por continuar respirando: “Lucio". El caballero gritó, como desquiciado tomo la espada de su padre, la misma con la que le había asesinado y me persiguió por todo el castillo, desangrándome y con una daga aun en la espalda me era difícil moverme pero lo evadía muy bien. Logré esconderme tras la puerta del estudio de su padre. Decidida a sobrevivir tome el busto de su padre y cuando el Caballero por fin entró a la habitación… se lo revente en la cabeza lo único que salió de sus labios fue un suspiro y las siguientes palabras:
Poder Morir…
Esas fueron sus últimas palabras, pero no las entendí. Pero comprendía perfectamente que había matado al Caballero de Miel. Segundos después escuche la voz de lucio. No sabía de dónde provenía, pero la sentía muy cerca tan cerca que me erizaba la piel de la espalda. Me sentía mareada, débil, cansada, pero ansiosa por ver a lucio y que me tomara entre sus brazos y me hiciera el amor como aquellas noches de frio. De un momento a otro deje de escuchar su voz, y sentí algo frio en mi cara, abrí los ojos y me vi tirada en el piso. Desangrada a un lado del caballero de miel. Con la daga enterrada en la espalda con los ojos cerrados y una sonrisa marcada. Mi mano sujetaba la mano de Lucio, y comprendí que por fin estaba donde siempre quise estar.